lunes, 8 de noviembre de 2010

Chat para tres


Susana Beltrán: Ayer estuve en tu concierto Suzy, lo mejor

Toby: ¡Guau!

Suzy Bel: Muchas gracias por el apoyo, no sería nada sin ustedes

Susana Beltrán: Suzy eres la mejor DJ que hay en esta ciudad

Suzy Bel: No es para tanto, se hace lo que se puede

Susana Beltrán: Dejá la falsa modestia... que tu música es super…

Toby: ¡Guau!

Suzy Bel: T.Q.M

Susana Beltrán: Nosotros también te queremos mucho Suzy… eres una gran artista

SUZY BEL: Y tú eres toda una mami

Toby: ¡Guau!

Suzy Bel: Muchas gracias, y pilas que este viernes voy a tocar en el Deck

Susana Beltrán: Si es como el de la vez pasada… pobre del que se lo pierda

Suzy Bel: Será mucho mejor, voy a tocar unas mezclas nuevas

SUSANA BELTRÁN: No podría perdérmelo por nada del mundo… Y me voy a disfrazar de Chica A GO GO, con un escote de ataque

Toby: ¡Guau!

SUSY BEL: Y yo no me perdonaría no verte en minifalda con esas piernas tan hermosas que tenés… Y con ese escote vas a quedar de rechupete

SUSANA BELTRÁN: Tu también estás divina… ¿Si o no Toby?

Toby: ¡Guau!

Suzy Bel: No puedo esperar, quiero que ya sea viernes… besos…

Susana Beltrán: Chao Suzy, te amo

Suzy Bel: Gracias muñeca… Y Toby: Te espero allá, me muero por darte picos de lengua

TOBY: ¡Re Guau!


SILOGISMO NECESARIO PARA ENTENDER ESTE CHAT:

Susana Beltrán es una DJ cuyo nombre artístico es Suzy Bel.

Suzy Bel es una DJ bisexual que ama a su fan número uno: Toby.

Toby es el perro Pekinés de Susana Beltrán.

Susana Beltrán abrió una cuenta en Facebook a nombre de Suzy Bel.

Suzy Bel abrió una cuenta en Facebook a nombre de Toby.

Y Toby abrió una cuenta en Facebook a nombre de Susana Beltrán.

Los tres: Susana, Suzy y Toby chatean todas las noches.

Con el pasar de los chats, Susana se enamoró de Suzy…

Suzy se enamoró de Toby…

Y Toby se enamoró de Susana.

Todas las noches, luego del chat, este trío se siente tan enamorado que se quiere dar lengüita

Pero no puede porque Susana y Suzy son la misma persona…

Y Toby, bueno Toby, aunque tenga una cuenta en facebook,

no puede ser perro minetero ni de Suzy ni de Susana, porque

Toby es el perro imaginario de Susana Beltrán

Por ende, Susana Beltrán es una niña muy mona y muy sola;

que se ama tanto a si misma,

que se está volviendo loca...

¡loca por la lengüita!


POST-DATA:

Esta es una historia cien por ciento real... el diálogo del chat fue extractado sin alteraciones del original en Facebook. Sólo se cambiaron los nombres de sus protagonistas para proteger sus identidades... "Y por ahí andan diciendo, que tu y yo estamos locos, Lucas? ¿Están diciendo que tu y yo estamos locos?... !Figúrate¡... No hagas caso...


viernes, 5 de noviembre de 2010

Laguna

“Antes yo era muy seria y malaclase, pero me di cuenta que cuando bebía le agradaba a todo el mundo, era el alma de la fiesta y hasta me agradaba yo misma… entonces decidí ser todo el tiempo así…

y por eso vivo borracha”

Dr. Doctor


Viernes, 8:00 p.m.

Quedé de encontrarme con unos amigos a esta hora y no había salido de casa. Como tengo la costumbre de salir tarde, siempre llego más tarde. “En Medellín todo queda a 15 minutos en taxi”, me digo y con esa excusa me hago esperar; pero ni los 15 minutos de espera a una mujer mientras se arregla, ni los 15 minutos de fama son 15: son más o menos, pero no 15.

El caso es que a las 8 y 15, yo apenas bailaba en mi casa, sin camisa y sin bañarme… ponía canciones en el youtube, como si nadie me esperara. Cuando ya dieron las ocho y media, me llamó Guillermo, y ahí si me sentí acosado. Así que puse dos canciones más en el youtube, repetí una tercera mientras me echaba loción, a lo francés, y salí. “Bueno, aún está temprano, a las 9 llego…”, me dije y salí.


Viernes 9:30 p.m.

Mi mamá dice que “voy a llegar tarde hasta a mi propio funeral”… Y no se equivoca. Cuando llegué al parque de El Poblado, no encontré a nadie… Así que mientras preparaba una mentirilla llamé a Guillermo pero sólo me contestó su correo de voz. Como tengo rabo de paja, y no me gusta esperar, yo también me fui. Y me fui a lo que vine: a beber.

Justo en el Bodegón del Parque, una oscura garita de salsa, me encontré con Carlos, con Guillermo y con una monita treintona que los acompañaba. Luego supe que la monita era la prima de Guillermo.

Ellos hicieron esa cara que hacen los que tratan de esconderse y son pillados. Y sin embargo, fingieron efusividad.

“Conste que aquí te guardamos campito…- me dijo Guillermo mientras pedía una silla a la mesa del lado- pero con vos si no se puede… de día te mantenés de afán, y siempre llegás tarde a todo, pero de noche, que vivís borracho, también”, me dijo Guillermo, cansado de tanto desplante mío, de “en 15 minutos les caigo”, de tanta llegada tarde o no llegada nunca.

Pero Carlos, si me las cantó: “¿así es como recibís a un amigo que vuelve del extranjero?”… Así que no me quedó más remedio que mentir: “Que pena Caliche, pero es que se me varó el bólido...”, le dije. Entonces me contestó: “Tranquilo, demorate otro rato y venís cuando pidamos la cuenta…” Se rió, nos abrazamos y a beber, como si el trago se fuera a acabar esa noche.


Viernes 10:15 p.m.

Tras 4 años, Caliche recién había regresado de Argentina, con su eterna novia Lina, ahora convertida en su esposa y con dos hijos. “Pero sin pan bajo el brazo- nos aclaró-, porque me volví profesor de cátedra como ustedes”. Esa agudeza era lo que más extrañaba de Carlos.

Cuando estudiábamos en la universidad, a mi me parecía el tipo más charro que había conocido. Con decir que en la Universidad Nacional fundó con unos amigos “ASOGUN: Asociación de Guaches de la Universidad Nacional”

Así recordaba yo a Carlos, pero ahora, convertido en todo un padre de familia, lo sentí menos hilarante. Luego de haberse graduado de comunicador en la Universidad de Antioquia, de Ingeniero Administrativo en la Universidad Nacional, y de haber hecho una maestría en no sé que cosa administrativa de la comunicación en Argentina, en fin, de estar más preparado que un yogurt, lo noté más intelectualoide, más cáustico y fino en sus chistes, en resumen: menos charro.

El caso es que entre más bebía, Carlos evidenciaba lo que yo llamo “el efecto banano”. Que consiste en que entre uno más beba más muestra su parte oculta; su yo interior. Cuando el sujeto entra en estado de ebriedad, va desprendiéndose de las cáscaras del ser políticamente correcto, y como quien pela un banano, va dejando ver la pulpa que lleva dentro, es decir, se muestra tal como es.

Por lo regular, el banano que muestra, es decir, su verdadero yo desinhibido, es el opuesto a su yo cáscara; por ejemplo, si el tipo o la tipa es psico-rígido en su vida cotidiana, cuando se haya bajo el efecto banano se muestra super-libertino; si es un macho declarado lo más usual es que se le moja la canoa; si es un tacaño empedernido se vuelve un botarates, se gasta lo que no tiene y empeña hasta la cédula; si en la sobriedad tiende a reacciones violentas, con los tragos se torna excesivamente cariñoso y querendón; si es imponente o autoritario, se muestra sensible y frágil, y viceversa; pero si es perro o puta se vuelve más perro o más puta, y esa es la excepción que confirma la regla.

Pero en el caso de Carlos, bajo el efecto banano, aquel devoto padre de familia, aquel intelectual recién venido del primer mundo del tercer mundo: que es Buenos Aires, se fue convirtiendo con cada trago en el guache fundador de ASOGUN, en el gamín universitario que yo tanto adoraba.


Viernes, 11:10 p.m.

Con las primeras copas Don Carlos, no dudó en mostrarse orgulloso de sus retoños, me mostró fotos tamaño cédula de sus niños, exaltó las maravillas de estar casado y me alentó a seguir sus pasos.

Con los siguientes tragos, Carlos empezó a quejarse de las dificultades de la unión marital, “la convivencia no es fácil”, me dijo solemne y triste…

Unos rones más y ya Carlitos estaba despotricando del ostracismo que entraña el matrimonio y los hijos en edad preescolar, e hizo “hincapié” (ese es su apellido) en las renuncias y sacrificios que hay que soportar en silencio, cuando se levantó en un barrio popular a punta de parrandas de varios días seguidos y trago ventiado sin nadie que le echara cantaleta.

Al terminar de bogarse la primera media de ron, ya Caliche estaba sacando a bailar a la prima de Guillermo, recién divorciada… y ya no se quejaba; brillaba baldosa de lo lindo, amacizaba a la mona, le susurraba al oído, se reía a carcajada batiente, no paraba de contar chistes y repetía que estaba más feliz que diabético en dulcería… con euforia repetía que había que hacer estos encuentros más seguido, así le tocara volarse de la mujer.

Ocasionalmente, retornaba a su nueva pose de académico, para terminar compartiéndome una contundente reflexión filosófica: ¡No se case!

Como el trago me trajo de regreso al Caliche que yo conocí no dudé en alcahuetearle más su dicha, y me encarnicé pidiéndole una y otra media de ron… “Pidan que yo invito”, fue mi frase de batalla, mientras yo lo seguía con aguardiente, que me hace menos daño y me gusta más.


Viernes 12:13 p.m.

Como ya no se puede fumar en sitios de beba, esporádicamente salí a la acera a botar humo. Desde la calle veía como Guillermo ya comenzaba a escupir en el piso, en medio de suaves tambaleos, como meciéndose en altamar. Mientras tanto Caliche bailaba con la prima, más pegado que en balada americana, y le pellizcaba la nalga.

En esos lapsos me encontraba con uno que otro amigo, con quienes intercambiaba impresiones de borracho y recibía uno que otro trago de la botella que me ofrecían; tomate este brandicito, querés vodka, mirá este aperitivo de guaro, probale el sabor a este whisky que están vendiendo en Guayaco, mirá el nuevo ron que se robó este man del EXITO, proba este chirrinchi, no me vas a despreciar… y a todos les dije que sí por no hacer desplantes. Como dice Diana: Muerto el perro, muerta la chanda y gas que pa´ dentro vas…


Sábado, 11:23 a.m.

Un sabor a banano podrido, a relleno sanitario, a Curva de Rodas en la boca me despierta… Tengo unas nauseas que no dan espera y corro al baño para trasbocar. Pero no alcanzo. Siento la cabeza a punto de estallar, con pulsaciones aceleradas en la sien. Camino mareado buscando la trapeadora. Trapeo con desgano, como sea, anhelando volver a estar en posición horizontal. Urgente. Un sudor frío cae a chorros por mi cara, siento escalofrío… llegó en medio de zigzags, casi a tientas, a la cama y me desplomo.

Acostado trato de hacer memoria, de acordarme que pasó, por qué estoy sin camisa y donde están mis pantalones, quien me despachó en el taxi, cómo hice para subir los tres pisos hasta mi casa.

Me reviso los pantaloncillos y por precaución me palpo por donde no entra el sol, no vaya a ser que haya comprometido mi virginidad trasera tan recelosamente resguardada. ¿Cómo es que estoy en pantaloncillos, con medias y zapatos puestos?, pero por más que trato, sólo recuerdo el último trago en la acera del Parque… "¡No me lo vas a despreciar!"… y luego nada… una niebla espesa borra el recuerdo de lo que sigue.

¡Que cagada!, me enlaguné… borré casete, y el escalofrío me recorre el cuerpo. Un doloroso latido en mi cabeza aumenta sus pulsaciones, las nauseas otra vez, él fétido olor del tufo que sale de mi boca, el mareo... "Mejor me duermo 15 minuticos para reponerme".


Sábado 3:21 p.m.

Vuelvo a despertar. Esta vez me levanto con más fuerzas… voy al baño y me pego de la canilla. Bebo agua a borbotones, deshidratado.

Regreso al cuarto y trato de buscar la ropa de ayer. Pero no aparece la camisa, ni el pantalón por ningún lago. Agacharse para buscar debajo de la cama, es todo un esfuerzo.

Me siento confundido, perdido como nunca en la vida. Por mi mente pasa el recuerdo de Guillermo y de Caliche… ¡Claro, ellos me pueden decir que me pasó!… así que busco el celular entre las sábanas destendidas, pero entonces me doy cuenta de que el celular estaba en el pantalón que no aparece.

Voy a unos papeles de la universidad y trato de buscar el teléfono de Guillermo. Cuando ya pierdo las esperanzas, cuando estoy a punto de convencerme de que busco una aguja en un pajar, aparece el teléfono y marco.

Marco varias veces pero sólo me responde: Correo de voz, deje su mensaje después del tono. La última vez que marco, ya sin fe, contesta Guillermo; Bendito sea mi Dios.

- Qué mas Guillo, con Pacho.

- Eh, apareció el perdido… - Me asusto…

- ¿Cómo así que el perdido?

- ...no se haga el guevón…

- ¿Cual guevón?, la verdad Guillo es que no me acuerdo que pasó ayer…

- ¿Qué pasó? Pues que usted se agarró a pedir rondas de medias de guaro y de ron, nos emborrachó y cuando llegaron con la cuenta no le vimos ni el polvero…

- ¿Cómo así Guillo, es que ustedes no me montaron en el taxi?

- Cual taxi home, ¿y es que usted donde está?

- En mi casa, pero me enlaguné, y no me aparece la billetera con los papeles, ni el celular…

- Si no sabe usted menos nos vamos a acordar nosotros que nos quedamos pagando la cuenta borrachos cuando nos dejó tirados.

- No me echés más cantaleta home que es en serio, y fresco que esta semana meto para la vaca…

- Ya pa qué…

- Bueno, pero… y Carlos, Carlos debe saber…

- ¡Carlos!... si esa es su esperanza entonces está perdido… para acabar de ajustar mientras yo pagaba la cuenta, Carlos y mi prima se perdieron… Y esta es la hora que Carlos no me quiere contestar...

- Ah Carajo… ¿será que nos dieron trago hechizo, burundanga…?

- Pues se la dieron a usted mijo, porque lo que es mi prima está en la casa… y si Carlos no contesta es porque la mujer lo debe tener azotado a punta de cantaleta, no ve que mi prima llegó hace nada a la casa.

- Que pena con ustedes…

- No se apene, que ya sabemos pa no volverlo a invitar… mentiras, fresco que ahí no dejamos de arreglar… pero yo de usted, estaría revisando las cuentas, no sea que le hayan echo el paseo millonario y lo hayan dejado líchigo, como usted nos dejó a nosotros… mentiras, mentiras…

- Listo Guillo, gracias hermano y que pena de nuevo…

- Esperá…

- Qué…

- ¿Ya se revisó el culito…? no vaya hacer que le hayan echo una consignación por credinalga… (se rió gustoso)

- Eso fue lo primero que hice… pendejo…

Entonces cuelgo… corro a revisar las cuentas bancarias y no me robaron nada. Llamo a los bancos para bloquear las tarjetas. Me baño lo más rápido que puedo. Pongo el denuncio de pérdida de documentos y la siguiente semana me la paso haciendo vueltas de mierda hasta quedar como un chupo.

Cansado de hacer fuerza para acordarme, desisto de todo intento de memoria, trato de continuar mi vida con ese agujero negro… Y juro a chuchito lindo que: ”no vuelvo a beber en la vida”.

Viernes siguiente, 8:30 p.m.

Ya estoy prendido a punta de Niquelado, un aperitivo de aguardiente que sabe a mil demonios, pero que rinde como el que más cuando no tienes ni un céntimo. Así de pelado estoy este viernes, tratando de pasar el guayabo moral. Aún no me repongo del todo y con cada sorbo que le doy a aquella caja, que rota entre bocas cariadas de unos punketos, no hago sino decirme: “Este es el último y nos vamos”… “… ¿no estás satisfecho con haber tocado fondo ya?

No, a mi no me parece que haya tocado fondo todavía, pero descubro que si cuando aparece un tipo de la nada y me saluda con un abrazo fraternal.

“Qué más parcero, ¿como le acabó de ir?”, me dice con familiaridad el tipo mientras me estrecha las manos. Juro que en la vida lo había visto. Es un tipo bajito, de cabello largo y grasoso, con la cara picada por el acné juvenil, a pesar de que ya está pasado de los 30; viste una camisa de Bob Marley negra, ya mona de lo cajetiada, chaqueta de tela de blujean desteñida y curtida con botones de grupos de Punk, pantalones cuadriculados, bota tubo, y botas negras Grulla raspadas a más no poder.

Tomo distancia, me pongo a la defensiva y le aclaro que no lo conozco, que me está confundiendo con otro… “Ah este Pacho si es caja”, me dice el man con una sonrisa de dientes lamosos y manchados de nicotina. Yo no sé como sabe mi nombre y me asusto. Pero antes de que le pida una explicación, él me la da: “No me vas a negriar… ahora me vas a decir que no te acordás de lo que hicimos el viernes pasado, como pasamos de bueno”…

Del susto se me baja la prenda y le digo que no, que no me acuerdo de nada; ni de lo que supuestamente hicimos, ni de quien es él, ni de nada.

Entonces él se me queda mirando en silencio como quien no sabe si lo estoy tomando del pelo, y me vuelve a abrazar… “Este Pacho si es charro…”, le dice a los demás punketos buscando aprobación, pero la ellos les importa un rábano. Se reviran porque uno de ellos está acaparando la caja de Niquelado y no la rota.

Así que me paro en la raya y lo miro fijo, le digo que cual charro ni que charro, que no se confunda, y con evidente desconfianza le pido que mejor me explique que hicimos el viernes pasado… ahí es cuando el man ve que es en serio y me dice: “Yo sabía que usted estaba grave hermano, pero no creí que tanto…” y empieza a refrescarme la memoria, con lujo de escabrosos detalles.


Viernes pasado, 1:00 a.m.

Ni el man ni yo sabemos cómo, pero terminé en la Octava, un bar donde caemos todos los borrachos y las niñas más necias a extender la noche hasta las 4 de la mañana. El lugar es un cajoncito donde la gente va en tumulto a bailar apretujados. En medio de toda esta alcahuetería estoy yo, internándome en esa turbamulta de gente sudorosa y trasnochada. Me agarro a pedir shots en la barra, pequeños tragos de sabores agrios, ácidos, amargos y dulzones que combinan toda clase de licores.

En esas me da por invitar al tipo del lado, este man acepta el trago con desconfianza pensando que soy cacorro, pero luego se da cuenta de que apenas estoy borracho y entablamos conversación.

¿De qué hablamos?... Ni el man se acuerda, pero me dice que yo no dejo de criticar a todo el mundo. Que digo palabras tan raras que él no para de reír con mis ocurrencias. Me gozo a todo el mundo y no dejo títere con cabeza. Pero lo que le provoca más gracia a mi nuevo mejor amigo es que yo parezco bravo, malgeniado y amargado.

Me la paso un buen rato explayándome entre queja, rezonga y aprobación, y lo sigo invitando a más shots. Mientras pago, repito como lora: “no me lo vaya a despreciar… y por plata no se preocupe que el día de gastar se gasta, qué hijueputas”. Ni yo mismo me lo creo…

¡Malgeniado yo!, si cuando estoy sobrio todo el mundo no para de repetirme que soy de lo más de buena gente, que hasta tengo cara de cura con esa calva y esas gafas que me gasto… ¿Despilfarrador yo?, si cuando voy a la casa de mi mamá no haga sino apagar bombillos para ahorrar en la cuenta de los servicios… La única explicación posible: Efecto banano en pleno, y entonces comienzo a pensar que todo aquello puede ser verdad. Pero eso no es lo peor. Eso no es nada.


Viernes pasado, 2:00 a.m.

De pronto, me le pierdo a mi nuevo mejor amigo… y cuando me vuelve a ver… yo estoy en medio de la pista de baile, bailando Lithium de Nirvana, gritando a todo pulmón el coro: ¡Ye yeee y yeeeeee eeee, ye ye y yeeeeee, yeah… y cantando: "aimar nas care confami bles, a nou yu hare confami bles, ai no das trare confami blesssss yeah!"...

Pero cual bailando ni que ocho cuartos, ando es pogueando en medio de la pista, manoteando, empujando a niñas bien, bien borrachas, y abriendo un círculo en torno mío de gente asustada que no quiere que este loco endemoniado los roce siquiera.

Como me doy cuenta de la repulsa que estoy causando, me envalentono más y se me sale el punketo. “Qué… se creen muy uvitas o qué partida de pirobos, caterva de pelafustanes, grupejo de gandules y cachifas…” y digo más cosas por el estilo… (Si no es porque mi nuevo mejor amigo me repite con copia facsimilar estas palabras, y que sé que digo, no le creo)… pero no contento con esto, como última y más avezada provocación, me quito la camisa y la comienzo a volear como John Travolta en Fiebre de Sábado por la noche.

Ahí los pocos que me rodean se abren, mientras les digo: “Ah con que muy discotequeros… vamos a bailar a lo Travolta pa que vean lo que es bueno”… Y como siento la repelencia total, entonces grito: “Me cago en el Lleras, me cago en la Octava, y me cago en la concha de sus madres”…

Ahí, mi nuevo mejor amigo llora de la risa, mientras a mi me sacan los dos gorilas que hay en la entrada diciendo que se reservan el derecho de admisión…

“Ustedes no sabe con quien se están metiendo, ustedes no saben quien soy yo”, es lo que les digo mientras me empujan hacia la calle. ¡Claro que se reservan el derecho de admisión! Y con todo derecho… Pensándolo bien, creo que no me sacaron por las maldiciones… si hubiera hecho eso mismo a los 18 años, con mi cuerpo grácil y torneado, seguro que no me habrían sacado. Pero como lo hice a los treinta y pico, con pecho peludo, calvo, barbado y una prominente barriga, me tenían que sacar para no seguir horrorizando a esas pobres niñas borrachas de la high.


Viernes pasado, 2:30 a.m.

Una vez en la cochina calle, salgo con pelo en pecho, con la camisa enrollada en la mano, como si estuviera en una riña carcelaria, o peor aún, en una revuelta tira piedra de la Universidad de Antioquia. Y entonces vuelve mi nuevo mejor amigo y me dice que esta conmigo hasta el final… que esos riquitos de mierda se metan su bar por el culo...

(Para ser sincero, hasta ese momento yo no le creo nada de lo que me ha contado el man, pero me parece muy divertido y le sigo dando cuerda…) entonces parece que reconozco a alguien y me voy sobre él. Según la versión de mi nuevo mejor amigo, lo llamo El Holandés… pero no lo saludo como a un amigo, por el contrario, esta vez se me sale el arrabalero, y me le voy como si fuera una culebra.

Se la dedico, diciéndole cosas como: “No te hagás el niño bueno conmigo que vos no me engañás con ese saquito de lana y esos bucles… yo sé cuales son tus intenciones malparido… pero te metiste con el que menos te podías meter, cabrón de mierda… porque yo no soy ningún güevón!...” El Holandés trata de mantener la calma, dándome explicaciones. Pero yo no oigo ni veo ni entiendo, y le digo: “No me hablés así mariquita que yo no te he dado confianza… o me vas a negar que estás detrás del culo Carmen, la exnovia mía?... a ella no me la tocás…” Y ahí le lanzo un cabezazo. El Holandés lo esquiva y sale corriendo a la esquina…

“Eso, corre gallina, y no mes tiro que la próxima vez, no te dejo ni cacarear!”, le grito pendenciero, mientras un montón de gente de la calle me mira con severidad y miedo. Con pena ajena e incomodidad, como se mira al atarván resentido que pela el cobre.

(De pronto por fin le creo a mi nuevo mejor amigo todo… ¿O de que otra manera sabía el nombre de mi exnovia? Si no dice Carmen no le hubiera creído nada, pero ahí sé que todo lo que me ha dicho es verdad; me siento apenado, pero me intriga más saber que pasó después…)

Y bueno, después… unos minutos después… vuelve a aparecer El Holandés por la misma esquina por donde salió despavorido, respaldado por medio equipo de Rugby de la Universidad Eafit… Y los que echan a correr.

Bueno, al menos mi piloto automático muestra un poco de sensatez, que no dura mucho, porque cuando llevamos varias cuadras de ventaja, cuando despistamos a la turba iracunda que nos persigue, a mi me da por gritarles: “A ver vengánse pues… cuantos son, vénganse que aquí los voy despachando uno por uno”…

Y cuando veo que se dejan venir, de nuevo echo a correr y no se me ve ni el polvero.


Viernes pasado, 3:00 a.m.

Luego paso por el Parque Lleras con el pecho al aire y la camisa en la mano. Los que persisten en la fiesta, me miran con evidente desagrado… algunos me rechiflan desde lo lejos… y yo les respondo: “A ver qué… quien fue.. pónganla como quieran”… Sigo caminando. Alebrestado por las miradas inquisidoras, les grito con voz gutural, simulando a los cantantes de hard core: “Son el peor público y los odio, los odio a todos”.

Bajamos un par de cuadras mientras le saco la lengua a un par de muchachas como si fuera Gene Simmons el de Kiss, hasta que llegamos al Parque de El Poblado: mi territorio.

Me lleno de una inusitada alegría y camino como “Pedro por su casa”, alentando a mi nuevo mejor amigo a buscar trago de contrabando. Como en el Estadio no falta quien pase a nuestro lado y diga murmurando: Guaro, guaro, guaro… Y entonces yo la compro, le exijo a nuevo mejor amigo que compre las cervezas en lata de pasantes.

Él se muestra reticente, le amago que le voy a poner problema… “Es que me quedo sin el pasaje para devolverme”, me explica con pereza de tener que pelear conmigo, porque no hago sino bravearlo.

Me le acercó en actitud de lucha y cuando él está a la defensiva, en vez de pegarle lo abrazo, y le digo cual psicópata: “Tan guevón, cree que le voy a pegar por no poner un par de pinches cervezas… como se nota que no me conoce." Él sonríe, pero yo le digo de nuevo pendenciero:, desafiante, maluco: "¡póngala como quiera!"... él se pone en guardia otra vez, pero de nuevo cambio mi altanería por cariño… y lo invito más bien a que celebremos por la noche, y por “lo difícil que es poder compartir con un desconocido y que se convierta en un amigo leal” (o al menos es lo que dice mi nuevo mejor amigo) ... y ahora el que lo abraza brusco hasta asfixiarlo soy yo.


Viernes pasado, 3:30 a.m.

Mientras me tomo la media, veo que en el Parque están unos muchachos imberbes saltando en sus patinetas. “Estas no son horas de estar montando monopatín”, me levanto indignado y me les voy encima. “Ah no pues… que dijeron ellos… los murciélagos skaters”, les digo todo fastidioso, pero ellos me ignoran; saltan escalones y se deslizan en zigzag.

Su indiferencia me enerva. Sin ponerme la camisa me tiro al piso y me extiendo como un muerto. Entonces los reto: “A ver, salténme encima pues, a ver gallinetos, salten pues…” Los chicuelos comienzan a saltarme el pecho, de lado a lado, del brazo derecho al brazo izquierdo, mientras yo sigo tomando la media de guaro impasible…

Pero sigo insatisfecho y les reclamo: “No, así no. Si son tan berracos sáltenme de largo, a ver pues que los vi”… por fortuna cuando uno de ellos, todo picado me iba a saltar, mi nuevo mejor amigo me levanta. De lo contrario hubiera terminado con un chichón en la cocorota porque no dejo de insistirles que: "empiecen saltando por los pies y terminen por la cabeza que es más extremo, partida de mariquitas".


Viernes pasado, 4:00 a.m.

Nos acabamos la media, pero yo no muestro asomo de irme. Me tambaleo y comienzo a escupir pero “de aquí no me mueve nadie”, le digo necio a mi nuevo mejor amigo. Como si esas palabras fueran un desafío, justo un policía con bolillo nos exige que nos vayamos ya para la casa. “Yo no me voy… porque ya estoy en mi casa…”, le digo sonriente. Pero el policía insiste. “En serio yo estoy en mi casa: mire, ese negocio que usted ve ahí al frente, en esa esquina es de mi familia, Los Saldarriaga, ahí vivo yo. Yo soy Francisco Saldarriaga,- le muestro la cédula- el hijo de Doña Martha la que atiende… bueno ya no atiende porque está cuidando al nieto… pero creáme, yo soy el hermano del gordito… ¿Usted debe conocer a Oscar, el gordito malaclase que atiende?... como no lo va a conocer hombre, si nosotros nos mantenemos alcahueteándoles empanadas con malta a todos ustedes… no se haga el guevón, que usted es de los que se mantiente velando en mi casa… Bueno, ya se le dijo, ya se le advirtió… yo no me voy de la casa, porque este parque es el solar de mi casa… y por simple física usted no me puede entrar a mi casa porque ya estoy adentro”.

Para que no se hable más del tema, lo invito a que se relaje, que se tome unos guaritos mejor. El policía me recibe el trago a escondidas pero me exige que me ponga la camisa porque estoy haciendo “exposición indecente en vía pública y le caliento el parche con el comandante”…

Yo no le hago mayor caso y le reafirmo que si quiere que me vaya, que llame a mi mamá para que venga por mi. El policía se sonríe con mi inofensiva actitud de pincher ofendido, que mucho ladra y poco muerde… hasta que un superior le silba a lo lejos.

Así que entre el policía y mi nuevo mejor amigo me tienen que llevar hasta la flota Bernal con el pretexto de que vamos a ir a comprar más trago… y así me empacan en un taxi.

¿Y la camisa?, le pregunto... Pues antes de irnos a usted le dio por regalársela a un gamincito, me dice mi nuevo mejor amigo.

¿Y ustedes me dejaron?... Nosotros le insistimos, pero usted se ranchó y nos dijo: “Pa que camisa si no hay guaro, pa que zapatos si no hay casa… si o no chiney?, le dijo al gamincito y se montó en el taxi…

¿Y el pantalón?... Ah, me dice mi amigo, confundido, ¿como así que el pantalón?… Pues hasta donde yo me acuerdo los tenía puestos, me dice… y yo le respondo: claro, yo también sé que los tenía puestos… bueno, hasta donde me acuerdo.

lunes, 1 de noviembre de 2010

¡Rezad por la honestidad!


A Doña Virgelina, que me hizo acordar


Cuando yo tenía como 12 años era acólito de la iglesia San José de El Poblado. Cada domingo, después de misa de 7 de la noche, el padre Montoya nos reunía a los tres monaguillos en la sacristía.

Nos hacía vaciar las limosnas en una gran cesta de mimbre. Mientras él contaba la gruesa, a nosotros nos tocaba organizar el cascajo.

Como el cura nos había advertido que el que robara tan solo una moneda sería excomulgado, ninguno de nosotros se atrevió a ser condenado al fuego eterno.

Una hora más tarde, con las monedas ya organizadas en montoncitos pegados con cinta, el cura nos pagaba con recortes de hostia.

Luego, se quitaba la sotana y…

…el cura a su casa cural y nosotros a nuestras casas, igual de vírgenes como salimos.

Pero un día, cuando el cura se quitó la sotana se le cayó del pantalón un fajo de billetes. Los tres monaguillos nos miramos. El padre no se dio cuenta por echarse unos traguitos del vino de consagrar.

Yo le hice señas al del lado, como quien dice, cójalo usted, que yo como callado y ahí partimos los dos, pero el me miró como diciendo: No, mejor cójalo usted, que el que come callado soy yo.

Y en esas estábamos cuando el otro acólito cogió el rollo de billetes y se lo entregó al cura: Padre, mire lo que se le cayó…

El acólito compinche me miró esta vez y me dijo: Mucho sapo… Y yo le contesté también con la mirada: A la salida lo cascamos.

Pero el cura, mientras se embolsillaba la gruesa en el pantalón, nos dijo, con tono de sermón:

- Esa es la actitud cristiana muchachos, y que este acto les sirva a ustedes dos, como ejemplo.

Entonces el otro monaguillo, el compinche mío, le preguntó:

- Padre… ¿y usted por qué se está embolsillando esa plata… no pues que era pa lo pobres…?

Y el cura le respondió, con un tufillo ácido y penetrante:

- Recemos por la honestidad de este niño, para que con su ejemplo nos ilumine.

Nos dio un paquete de recortes a cada uno; al buen samaritano le dio dos paquetes, y nos despachó para la casa.