(Poema bizarro a cinco manos: Dos de miguel, Dos mías y una mano negra)
Con la nariz blanquecina
de algo más que soñar,
Miguel y Pacho escuchan discos
Y ponen la boca a bailar…
Suena el teléfono
y no quiero contestar
Es mi madre, dice Pacho,
la que llama sin cesar…
Cuántas películas, libros, cuadros,
Canciones podría filmar,
escribir,
Pintar.
Si mi madre siquiera
cesara de marcar
Ay madre querida,
si nos vieras en esta romería,
embalados, todos gatos,
a llevarme de las orejas
seguro, ya vendrías…
(Y hago una pausa madre
Porque acabo de enterarme:
Que la música que suena
En este preciso instante
Está más alegre que yo
Pero sigo celebrando
Sin dolor ni compasión)
No debería permitirlo,
Pero… ¿Quién me enseña a bailar?
Si tus plegarias y rezos
No me dejan descansar
A ti mamá obstinada,
Yo te lo digo al revés
lo mismo que el burro mocho
“No estoy triunfando… otra vez”
¡Ah! madre mía
escucha pues esta canción
sin jazz y sin Henry Miller
y sin tu duda de Dios
porque ya se acabó esta rima
y no mereces ni un son
Esto lo escribe miguel,
Y Pacho te lo dedica
No tu Francisco Javier.
El que regañas y aplicas
Madre sin pájaros en la cabeza,
Sin arcoiris ni adicciones
Sin ganas de embestir molinos,
Sin orgasmo y sin razones…
Oh madre querida,
con tu tierno y opresor ejemplo
encontramos en tu reflejo.
la máxima depcepción:
haber tenido hijos como nosotros
que viven en vacilón
Sin embargo te respondo, madre,
Sin alzar la bocina:
¡No he de contestar esa llamada!
Así te mueras de anginas
Indigna eres de mi cuarto oscuro,
Incomprensora del camino mío,
Gota de aceite en la mitad del lago,
Regla que quiere uniformar los riscos.
Unidad de medida en la borrasca,
Norte en la veleta que no miro.
Así que puedes repetir mi número
Tantas veces como te plazca
Porque mi oído ya ha muerto
¡Mejor me evito resacas!
Pero harto de esa letanía
del teléfono sonando
contesto y me reprocho llorando:
¡Qué perra esta voluntad mía!
Post-data: las malas rimas son mías, porque el poeta es Miguel.