viernes, 9 de septiembre de 2011

Síncope para una madre en domingo

(Poema bizarro a cinco manos: Dos de miguel, Dos mías y una mano negra)

Con la nariz blanquecina

de algo más que soñar,

Miguel y Pacho escuchan discos

Y ponen la boca a bailar…


Suena el teléfono

y no quiero contestar

Es mi madre, dice Pacho,

la que llama sin cesar…


Cuántas películas, libros, cuadros,

Canciones podría filmar,

escribir,

Pintar.

Si mi madre siquiera

cesara de marcar


Ay madre querida,

si nos vieras en esta romería,

embalados, todos gatos,

a llevarme de las orejas

seguro, ya vendrías…


(Y hago una pausa madre

Porque acabo de enterarme:

Que la música que suena

En este preciso instante

Está más alegre que yo

Pero sigo celebrando

Sin dolor ni compasión)


No debería permitirlo,

Pero… ¿Quién me enseña a bailar?

Si tus plegarias y rezos

No me dejan descansar


A ti mamá obstinada,

Yo te lo digo al revés

lo mismo que el burro mocho

“No estoy triunfando… otra vez”


¡Ah! madre mía

escucha pues esta canción

sin jazz y sin Henry Miller

y sin tu duda de Dios

porque ya se acabó esta rima

y no mereces ni un son


Esto lo escribe miguel,

Y Pacho te lo dedica

No tu Francisco Javier.

El que regañas y aplicas


Madre sin pájaros en la cabeza,

Sin arcoiris ni adicciones

Sin ganas de embestir molinos,

Sin orgasmo y sin razones…


Oh madre querida,

con tu tierno y opresor ejemplo

encontramos en tu reflejo.

la máxima depcepción:

haber tenido hijos como nosotros

que viven en vacilón


Sin embargo te respondo, madre,

Sin alzar la bocina:

¡No he de contestar esa llamada!

Así te mueras de anginas


Indigna eres de mi cuarto oscuro,

Incomprensora del camino mío,

Gota de aceite en la mitad del lago,

Regla que quiere uniformar los riscos.

Unidad de medida en la borrasca,

Norte en la veleta que no miro.


Así que puedes repetir mi número

Tantas veces como te plazca

Porque mi oído ya ha muerto

¡Mejor me evito resacas!


Pero harto de esa letanía

del teléfono sonando

contesto y me reprocho llorando:

¡Qué perra esta voluntad mía!


Post-data: las malas rimas son mías, porque el poeta es Miguel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario