sábado, 7 de enero de 2012

Polifonía


Según cómo se toque, la mujer puede ser un instrumento de viento, de cuerdas o de percusión.
De la destreza del intérprete, depende que se gesten refinadas y alegres melodías para violines o guitarras, opus solemnes para violonchelos o tristes para contrabajos: con tonalidades agudas y graves, intercalando escalas altas y bajas, y compases tan intrincados como armoniosos
Puede provocar golpeteos de tamboras ancestrales, que invocan el sudor y hacen hervir la sangre, y despiertan el llamado de la selva con aullidos bestiales
Tiñe de gris una mañana soleada con la melancolía de una trompeta; logra acordes evocadores como el romántico saxofón, que hace querer que la noche sea eterna, o causa sonidos tan simplones y estridentes como la corneta de una bicicleta
También puede incluso crear sinfonías tan gloriosas y sublimes, como el tañir de arpas celestiales, estados tan elevados, que trascienden los sonidos y alcanza la cumbre de toda música, donde el silencio lo dice todo
O interpretaciones tan ridículas e infantiles como el de un silbato-flauta, aquel que suelen obsequiar en fiestas y caer en lluvias de piñatas, con un palito en el centro que al jalarlo suena de forma hilarante, con cierto tono de decepción, que inevitablemente concluye en un silencio hermético, que también lo dice todo.

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