no ha empezado su primavera
cuando ya llega el otoño
del haiku
sangre de frutos rojos
que brota de la montaña fría
jugo de mora
embeleco para la garganta
y mortífera caricia para pulmones
sedientos de humo: ¿…?
impertinente bocanada
corta con aire rugoso
ese armonioso ir y venir del aire, la tos
tras un picante cosquilleo
con metralla de balas acuosas
el estornudo se dispara
la dicha si vence , lo que la constancia no alcanza
pregona el salmón, a contracorriente,
cuando elude las fauces del oso
a un niño en el quicio de la puerta
con la cabeza recién mojada
espera el sol para justificar su salida
como alergia al revés,
el vicio expulsa ganas
hacia adentro, sin saciarse
que mi mamá no se muera
que antes me muera yo
para recordarla siempre viva
una cama, un diván, una estera
una hamaca, una esquina y una acera
son las herramientas con que labra su oficio
el vago
la mejor forma del tiempo,
decía Borges de la música
y esta línea es lo único que se puede agregar
como sardinas apiñadas
también viajamos en un bus
de lata
muerta en vida, encerrada, hermética,
dentro de una cúpula de cristal
la rodaja de piña, se conserva
tirada en la calle, la mano de una muñeca rota
juega a esperar a una niña
que imagine su cuerpo ausente
profundo abismo es el piso a sus pies
tambaleante el mundo, sin donde asirse
y aún así, terco, el bebé da su primer paso
y no serán lo que son
y no son lo que eran
pero el tiempo no es medida,
para querer a los amigos
siempre es demasiado poco
nunca es demasiado
quizás es
yo, y esta manía
de no terminar
nunca lo que escrib
ella me borró antes, sin avisarme
luego me dijo: ya no te amo,
y con su adiós me entregó el borrador
y pensar que ahora
que por fin soy libre de esa tirana
clamo por las cadenas de otra
dame eso que quiero por capricho
y se me prohíbe por imposición
o si no, te hago un puchero
con mueca de dolor fingido
manoteo furibundo y llanto de cocodrilo
despertaré tu ternura a fuerza de compasión,
te grita la pataleta
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