sábado, 8 de mayo de 2010

Zombie

A Cristian que me pegó la goma


Ayer me desperté y todo el mundo estaba convertido en zombie. Como ya había visto muchas películas de esas, salí de casa armado con un bate. Dispuesto a acabar con todos.

Al primero que le partí la cabeza fue al vecino que nunca me dejaba dormir con su música a todo taco. La misma suerte corrieron los 4 adolescentes que llegan en su carro estereofónico y me rompen los tímpanos con ese odioso reguetón. Luego le quebré el cráneo a la vieja de la tienda, esa avara que siempre trata de redondearme la cuenta para no devolverme. Me monté al carro y me llevé por delante a dos vecinos que siempre ocupan mi espacio para parquear en la calle. Después les pasé por encima a unos tráficos, como venganza a la multa que me hicieron por no llevar el certificado técnico mecánico la otra noche.

Cerca de la iglesia me encontré de papayita al cura que tenía fama de manosear niños y lo atropellé mientras me echaba la bendición.

Llegué a casa de mi mamá en un santiamén. Pero cuando vi a toda mi familia convertida en zombie, los dejé seguir acechando por ahí y me fui con lágrimas en los ojos.

Como no podría sobrevivir a punta de bate, levanté al celador de una entidad financiera y le quité su arma de dotación. Una changón doble cañón. Entonces me fui donde mi última exnovia, que me dejó por otro, y le descargué dos pepazos en la cara. A su nuevo novio lo cogí a bate en su lecho de amor. Y de pasó maté a la exsuegra como bonus track, por alcahueta.

Todo iba de lujo. Pensaba… ¿Y ahora quien sigue? Ese político corrupto que vive cerca, aquel prestamista que le partió las piernas a ese muchacho de la cuadra. Ir a ajustar cuentas con esos jefes que me explotaron, o donde la buenona del frente que me mira como un moco, los paracos del barrio, punketos radicales, obsesivos con el fútbol, snobistas ricachones, taxistas, gerentes de banco y cajeras plásticas, mendigos que me intimidaron… o me dedico mejor a los tombos; eso sería premio doble porque con sus armas me haría un arsenal.

Pero cuando salí, una enorme turba de zombies me rodearon. Ese es el único poder de los zombies: El tumulto. Así que corrí con todas mis fuerzas. Pero salían zombies de todas partes. Me abrí paso a bala y a cachazos. Y cuando por fin los evadí, tropecé y…

Hoy me despierto y todo el mundo está normal. Estoy en encerrado en una cárcel. Le pregunto a un policía que hago allí. Y él me dice, con desprecio, que ayer maté a un montón de gente. Que ellos, los policías, me salvaron de una turba iracunda que me iba a linchar. Que estaba sonámbulo, y que nadie me pudo despertar, porque parecía estar en un sueño muy plácido.

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