sábado, 6 de marzo de 2010

POR UN PELITO...


Después de que él le hace el amor, ella le prepara el café. Se ha puesto la camisa de su hombre para ir a la cocina. Se siente femenina y sexy usando la ropa de él. Huele su esencia masculina y suspira de placer. Le parecía una eternidad su ausencia por aquel viaje de negocios. Pero su emoción se rompe al ver enredado un cabello pelirrojo en un botón de la camisa. Deja el café sobre el fogón. Qué se queme la casa pero ella va a exigirle una explicación. Su hombre no sabe que decirle. Gaguea, sin respuestas claras. Le dice que se debió adherir en la salida del metro, al regresar a casa. Ya sabes la lata de sardinas que se vuelve el tren en la hora pico, le intenta justificar él. Pero ella intuye que miente. Inventa un pretexto para confundirla. Lo sabe porque él tiene aquel tic nervioso en su ojo, que lo delata siempre que miente. Ella le grita embustero. Se despoja de la camisa y se la tira a la cara. Entonces él la mira, y sonríe como quien esconde algo. Cínico, descarado, le grita ella ofendida, a punto de llorar por aquel vestigio de infidelidad. Pero él le dice que ya deje la escenita. Le pide que se siente en la cama y le contará de quien es el retazo de cabello. La mujer se niega. Entonces el hombre le dice, indiferente, que si esa va a ser su actitud, ella se lo pierde. Indefensa a la provocación, la curiosidad la obliga a sentarse. Desconfiada, con los brazos cruzados, se hace al lado del hombre. Entonces él dilata el suspenso dando vueltas sobre el asunto, con preguntas tontas: ¿De verdad no sabes de quien es el cabello?, le interroga malicioso. Ella con una hermosa mueca de repelencia le aclara que si no le dice ya la verdad se va a ir para siempre. Pues ese cabello solo pertenece a una mujer, a la que amo profundamente, le dice él con melosería. Por unos segundos, ella siente que se le desmorona el mundo. Pero cuando ella quiere alejarse, porque se siente asqueada y utilizada, él la retiene y la obliga a mirarlo a los ojos. Esa mujer, eres tú. Y este cabello es tuyo mi vida, le dice él. ¿O acaso solo yo me doy cuenta de que te has tinturado, mi nueva pelirroja? Entonces ella recuerda que el día anterior fue a la peluquería. Cambió su cabello dorado por rayos rojos, para darle gusto. Se siente tonta. Lo ha olvidado. Él se burla de su olvido. Ella, se sonroja y trata de disimular su pataleta, aclarando: Solo lo hice para ver si lo notabas. Ella se deja dar abrazos de cariño, hasta que se acuerda del café y se marcha presurosa. Mientras ella profiere maldiciones por el desastre en la cocina. El celular del hombre repica. Se afana a contestar. Mira a la cocina. Baja la voz y responde agrio: “Ya te he dicho que no me llames cuando estoy en mi casa… No puedo… No me importa… Luego hablamos”. Molesto cuelga el teléfono. Entonces llega la mujer de la cocina con la taza de café humeante. ¿Quién era?, le pregunta ella. Nadie, la pelirroja con la que te engaño, le contesta él, malicioso. Ella sonríe y le da un beso apasionado; abrebocas de algo más caliente, mientras el café se enfría.

3 comentarios:

  1. ¬¬ Malditos hombres!!!
    cuando sera que el corazon le gana a la piel?
    acaso no pueden dejar de pensar en la carne?
    es tan dificil ser fiel? por que nos engañana con sus palabras de amor, que perdidas terminan generando dolor? T_T pobre peliroja, una tonta mas, un juguete mas de aquel sucio juego del engaño

    ResponderEliminar
  2. Huele a café. Me gusta el café quemándose, mientras pasa todo.

    ResponderEliminar
  3. No me tengas en esta angustia de leerte de nuevo, escribe por favor

    ResponderEliminar